“No hay peor censura que la autocensura”
cuando la censura proviene desde lo íntimo de la persona, ésta se ubica muy
próxima de la invalidez y a la incapacidad absoluta.

Las creencias arraigadas son
verdaderos motores que inspiran y mueven nuestra vida cotidiana. El pensamiento
visto de esta manera (como pensamiento irracional), es un enemigo que vive
dentro de nosotros, invadiendo nuestra mente, sin lo que hayamos
reconocido y sin que nos alertemos de su
capacidad destructiva.
“Una vez que las creencias se organizan
en la memoria las defendemos a muerte, no importa cuál sea su contenido. Quizás esta es la base de la irracionalidad
humana”.
Por ser la materia prima sobre
la que está constituida la vida mental, las creencias irracionales son
difíciles de reconocer. Es mucho más sencillo señalar cualquier movimiento
corporal y corregirlo cuando no se adapta al fin que pretendemos.
¿Cuál es el termostato que
regula la irracionalidad del pensamiento para conducirlo por cauces adaptativos
y para prevenir sus daños? ¿Quién nos advierte si el procesamiento permanente
que hacemos de la información externa e interna es correcto o distorsionado?
Las creencias que nos molestan
difícilmente las desechamos o las trasformamos; tal vez porque ellas no tienen
la capacidad de retroalimentación permanente
(feedback); que solo es posible alcanzar si conseguimos
la metacognición: “pensar sobre lo que pensamos”.
Esta propuesta nos permite
descubrir el autoengaño al que estamos familiarizados, y cuando y como hacemos
uso de la economía cognoscitiva, intentando que la realidad se adecúe a
nuestros pensamientos por irracionales que sean. Además, nos ayuda a reconocer
el miedo a cambiar que siempre está presente y nos lleva a evitar negar los
hechos del mundo real, prepárate para lo mejor subconscientemente, aunque tu
razonamiento te esté condicionando para lo peor.

¿Qué hacer entonces? Conseguir
que la mente se mire a sí misma, sin tapujos ni autoengaños, para que descubra
lo absurdo, lo inútil y/o lo peligroso de su manera de funcionar. Que se
sorprenda de su propia estupidez. Para cambiar, la mente debe hacer tres cosas:
a)
dejar de mentirse a sí misma (realismo).
b)
Aprender a perder (humildad).
c)
Aprender a discriminar cuándo se justifica
actuar y cuándo no (sabiduría).
Realismo,
humildad y sabiduría los tres pilares de la revolución psicológica.
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