Edición: Patricia Mérida.
Somos culpables de ver nuestros retos futuros como el final
de nuestra vida, en vez de verlos como el amanecer de una oportunidad nueva y
brillante.
De no saber que nuestra actitud puede convertir nuestros
problemas en bendiciones.
Debemos reconocer que la adversidad es prosperidad para
quienes poseen una gran actitud.

Si tienes una actitud excepcional, una persona que enfrenta
una situación difícil logra lo mejor, aunque esté ante lo peor.
Cuando dios quiere educar a alguien lo envía a la escuela de
las necesidades en las crisis surgen grandes líderes, en el desequilibrio y las
dificultades se forja la firmeza del carácter.
Las pésimas actitudes que no se tratan terminan por
arruinarlo todo.

Si se deja una manzana podrida en una caja de manzanas
buenas, finalmente se convertirán en una caja de frutas podridas.
Nada puede impedir que alguien con correcta actitud logre su
meta, pero nada en la tierra puede ayudar al hombre con una actitud mental
incorrecta.
La actitud que tenemos como individuos influye profundamente
en nuestra vida y en la de otros.
Un líder no puede ignorar las actitudes de la gente que
dirige.
La actitud afecta nuestras relaciones, puede llevarnos al
éxito o al fracaso.
El talento es necesario pero para ganar se necesita mucho
más que eso.
Las actitudes tienen raíces internas pero sus frutos se ven
externamente, pueden ser nuestra mejor amiga o nuestra mayor enemiga, suele ser
más sincera que nuestras propias palabras, puede acercar a la gente a nosotros
o ahuyentarla.

Analiza algunas actitudes negativas y autoevalúate,
reconoces si padeces o no de estas actitudes negativas:
- Incapacidad de admitir equivocaciones.
- Falta de perdón
- Envidia (quedarnos atrapados en el pasado, resentimiento).
- La enfermedad del yo (ser egoísta, egocéntrico).
La actitud es la energía, la fuerza principal que
determinará si triunfamos o fracasamos.
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